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El reclamo colombiano sobre la isla Santa Rosa expone tensiones históricas y la fragilidad del control estatal en la frontera amazónica

El conflicto diplomático entre Colombia y Perú por la soberanía de la isla Santa Rosa, ubicada en el río Amazonas, ha escalado en las últimas semanas, dejando en evidencia tensiones históricas no resueltas y una creciente preocupación geopolítica en una de las regiones más estratégicas y olvidadas del país. El reclamo del gobierno colombiano se sustenta en una serie de hechos que, según las autoridades nacionales, indican una posible pérdida de control territorial por parte de Colombia en favor de presencia peruana en la isla.

El origen inmediato del conflicto se remonta al año 2023, cuando el entonces embajador de Colombia en Perú, Gustavo Zambrano, elevó una alerta formal sobre movimientos administrativos y de seguridad por parte de las autoridades peruanas en la isla Santa Rosa. Según denuncias, Perú habría instalado infraestructura, aumentado su presencia policial y realizado actos de soberanía, lo que implicaría una vulneración al estatus fronterizo acordado entre ambos países mediante el Tratado Salomón–Lozano (1922) y el Protocolo de Río de Janeiro (1934), documentos que fijaron los límites definitivos tras la guerra colombo-peruana de 1932.

El asunto ha tomado fuerza este 2025 debido a la decisión del presidente Gustavo Petro de visitar Leticia este 7 de agosto, en un gesto simbólico que busca reafirmar la soberanía nacional en la región amazónica. La Cancillería colombiana ha emitido declaraciones en las que recalca que, aunque no se desea un conflicto diplomático, se considera inaceptable cualquier intento de modificación unilateral de los límites establecidos. En paralelo, el gobierno ha iniciado un proceso de verificación territorial y diálogo con Perú, pero sin renunciar a una posición firme sobre la propiedad de la isla.

Este conflicto tiene profundas implicaciones. En lo territorial, pone en juego la integridad de las fronteras nacionales en una zona de alta sensibilidad ecológica y cultural. En lo diplomático, amenaza con tensar las relaciones históricamente estables entre Colombia y Perú, dos países que comparten cooperación en temas de seguridad, comercio y lucha contra el narcotráfico. Y en lo político interno, obliga al gobierno de Petro a adoptar una postura de firmeza nacionalista en medio de críticas por su manejo de asuntos internacionales y por lo que algunos sectores califican como desatención del territorio amazónico.

El debate también ha revivido preocupaciones sobre la débil presencia del Estado colombiano en algunas zonas limítrofes, lo que podría estar facilitando actos de ocupación o control de facto por parte de países vecinos. Por ello, el reclamo sobre la isla Santa Rosa trasciende lo simbólico: representa un llamado urgente a fortalecer la soberanía efectiva en regiones históricamente marginadas.

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